viernes, 14 de mayo de 2010

ECOS de la Historia Bigandense: Capitulo 5



CAPITULO 5
Las campanas de la Iglesia
La música de fondo del Bigand cotidiano.


Como los pájaros, ellas,
tan pronto asoma en los cielos
el primer rayo del alba,
le saludan con sus ecos.


Fragmento del “Poema de las Campanas”, de Rosalía de Castro


Tal cual lo dicta el fragmento poético, las campanas acompañan la escena cotidiana de los pueblos, marcan el ritmo de sus habitantes. Donde algo comienza, donde algo termina, una campana suena. El comienzo de un día, el final de una vida. Y mientras tanto suenan, y suenan.

Las campanas, ya conocidas de los pueblos egipcios y asiáticos en forma de campanillas y usadas también por los griegos y los romanos, fueron adoptadas por la Iglesia Católica para convocar a los fieles por lo menos desde el siglo V. Los romanos les dieron el nombre de tintinábula y los cristianos las llamaron signum porque servían para señalar o avisar la hora de las reuniones.

Pero ya en el siglo VII, si no antes, se llamaban campanas, como consta por escritores de la época.

En época de los romanos las campanas tenían diferentes fines: indicaban la apertura del mercado, la hora de baños, avisaban el paso de los criminales al suplicio, la aproximación de un eclipse y otros acontecimientos en los que era costumbre señalarlos con las campanas.


Como vemos, a lo largo de la historia han sonado millones de campanas, pero también las campanas cuentan millones de historias. Como las campanas de Bigand, que aquí cuentan la suya.

La Campana que hoy escuchamos dando las horas data de 1947 (la factura de forma es del 17 de setiembre) pero no fue la primera. Los archivos de la Parroquia “Nuestra Señora de Lujan” afirman que hubo una primera campana de 87,5 Kg. Esa campana, por motivos desconocidos, se rompe y es seguramente por eso que se compra la actual, entregándose la rota en parte de pago.
Respecto de esto, hay un hecho que el Padre Fabián Monte, actual Párroco de la Iglesia, ha descubierto lo siguiente:

“En primer lugar, es necesario ubicarse en aquella época. Para hacer cualquier cosa se necesitaba el permiso del obispo. El día 26 de setiembre de 1947, el Padre Miguel Florio pide permiso al obispo para bendecir la campana nueva (comprada el 17 de setiembre) y entregar en parte de pago la vieja, rota y en desuso que, dicho sea de paso, ¡ya había sido entregada! El 27 el obispo le contesta:

“Padre Miguel Florio, puede bendecir la campana nueva. Pero, como se trata de vender bienes de la Iglesia, no se le concede el permiso pedido; procure el Sr. Cura restaurar la campana con el Sr. Bellini u otro Técnico competente”

Entonces, respecto de la campana pequeña que hoy tenemos, existen dos hipótesis: se restauró la vieja campana, o…se desobedeció al obispo! Como la rota ya había sido entregada, se deduce que esto último es lo que ocurrió.

La actual fue comprada a la Fundición “Juan B. Bellini” de la localidad de San Carlos Centro, en nuestra provincia. Las consultas empezaron en 1937 por el Padre Semprini, pero recién se adquiere, 10 años después, bajo el curato del Padre Miguel Florio, luego de una “oportuna” visita de don Víctor Bigand a San Carlos Centro.

Volviendo a la campana que nos ocupa: pesa 376 Kg y costó por aquellos años $ 5.310,20. Por la vieja campana se obtuvo $ 245.- Y la nota que escuchamos es un “LA”.

Nuestras campanas llegan a su actual morada en el año 1947. Nuestras campanas suenan por cada cuarto de hora, al comenzar una misa, al despedir a un difunto.

De repente estos datos nos generan la necesidad de realizar el cálculo: ¿Cuántas veces habrán sonado? Eso poco importa cuando logremos descubrir cuántas historias se han escrito en nuestro pueblo, con el fondo musical de nuestras campanas.

Especial agradecimiento al P. Fabián Monte







viernes, mayo 14, 2010